¿Necesita Usted un Cambio de Corazón?

 

por Ada P. de Mondino, C. S., de Montevideo, Uruguay

Miembro del Cuerpo de Conferenciantes de La Iglesia Madre,

La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, Massachusetts, E.U.A.

 

La conferenciante habló sustancialmente, como sigue:

 

Los que viajan por el desierto ven a veces hermosos castillos, grandes ciudades y hasta grandes extensiones de agua. Lo ven cuando permanecen en un lugar, mientras no se mueven. Pero si van hacia ellas, estas maravillas desaparecen, porque en realidad nunca estuvieron allí. Eran solamente espejismos, ilusiones ópticas.

A través de nuestra vida parecería que experimentamos la influencia de espejismos, ilusiones de una u otra clase. Así como los espejismos en el desierto son fenómenos ópticos, los espejismos en nuestra vida humana son fenómenos mentales: la felicidad, la seguridad y el amor parecen a menudo estar donde no lo están. Pero después de correr afanosamente de un espejismo a otro, como viajeros cansados y frustrados, la gente tiene el derecho de preguntarse: ¿Por qué nunca puedo ver cumplidas mis aspiraciones? ¿Por qué no soy feliz con quienes pensaba que tendría felicidad? ¿Por qué mi trabajo no me proporciona verdadera seguridad y satisfacción aunque tengo una buena posición? ¿Por qué no me ama? Estas preguntas nos impulsan a buscar una base más espiritual, verdadera, para vivir. Nos muestran los pensamientos equivocados que nos conducen una y otra vez hacia la decepción. El problema puede radicar en un concepto equivocado de "obtener lo que uno pueda de la vida", o una ambición muy marcada y egoísta para llegar a lo que consideramos la cumbre de nuestra aspiración humana. Nuestros deseos, esperanzas y afectos indisciplinados impulsan nuestro pensamiento y nuestra acción. A menudo son los que motivan nuestra vida.

El amor divino es nuestro punto de partida

La palabra "motivo" es muy interesante. Tiene la misma raíz que las palabras "motor", "moción" y "movimiento". Un automóvil no puede andar sin motor. Todos tenemos un motor mental constituido por nuestros motivos. Cuidamos bien el motor del automóvil para estar seguros de que no tendremos problemas al manejar. Cuánta más atención debiéramos prestarle a nuestro motor mental o motivos para no tener problemas en nuestra vida. Es decir, así no seremos llevados hacia espejismos, sino hacia la realidad.

La Ciencia Cristiana* nos muestra que hay una única motivación correcta, el Amor divino. Cuando nuestro "motor" o motivación es el Amor Divino, entonces aprendemos a amar en cierta medida como Dios ama y podemos percibir la realidad.

¿Cómo define a Dios la Ciencia Cristiana?

En la Ciencia Cristiana aprendemos que Dios es el Principio divino creador del universo y del hombre. Este Principio divino se expresa a sí mismo, dando. Da todo lo bueno: vida, armonía, belleza, que se manifiestan a través del universo espiritual y del hombre espiritual. Esta acción divina de dar es Amor, el Amor divino.

Pero, ¿cómo es este Amor? No como el amor humano, egoísta y limitado, que incluye tanto el bien como el mal, virtudes y defectos. El amor de Dios es perfecto, y como es perfecto no hay mal en él. El Amor divino es el bien espiritual en acción. Y esta acción constituye el universo y el hombre espiritual. Es la única realidad que existe. Todo lo que se aparte de esta acción espiritual, pura y perfecta, del Amor divino, es espejismo. Podemos afirmar que esto es cierto porque podemos probarlo.

Cambiar nuestros motivos por el amor espiritual nos trae curación

Una señora amiga necesitaba ayuda en Ciencia Cristiana por medio de la oración. Tenía mucho miedo porque varias veces había sentido un fuerte dolor en el pecho; además, no podía hacer ningún esfuerzo físico sin sentirse cansada.

Partiendo de la base de que la única realidad es la expresión de Dios, el universo espiritual y el hombre espiritual, ella sabía que la materia, el dolor y la debilidad no estaban incluidos en la expresión del bien, no estaban incluidos en la realidad. Así que, si estaba pasando por esa experiencia, esto quería decir que necesitaba tener un concepto mejor de qué es la realidad. ¿Qué era lo que estaba aceptando como real? Vio que había estado aceptando la desarmonía como real; había desarmonía entre ella y su esposo. ¡Y había estado aceptando esta situación durante años! Habían sido muy felices durante los primeros años de su matrimonio, cuando aún no tenían niños. Pero la actitud de su esposo había cambiado completamente luego de que los niños nacieron.

Por alguna razón desconocida, parecía que él ahora vivía únicamente para sus hijos; sentía que su esposo no la amaba. Su corazón se llenó de desilusión, frustración y desesperación. Por supuesto que ella también amaba a los niños, pero no podía comprender por qué tenían que ser un obstáculo para la armonía. Podían ser padres excelentes y al mismo tiempo disfrutar un matrimonio feliz. Dijo ella que hasta había pensado en divorciarse. Pero comprendió que no tenía derecho de privar a sus hijos de un padre tan excelente. De manera que decidió seguir adelante. Durante todos esos años su tabla de salvación había sido el versículo de la Biblia: "Tu marido es tu Hacedor". (1) Hizo todo lo que pudo, pero se daba cuenta de que la situación no había cambiado.

Poco después tuvieron que hacer un largo viaje. ¡Ella pensó que esa era una buena oportunidad para tratar de restablecer su felicidad! Pero vio con sorpresa que su esposo estaba muy entusiasmado con la idea de llevar a los niños con ellos. Y así lo hicieron. Ella sintió, como se dice vulgarmente, que el corazón se le hacía pedazos. Llevar a los niños no estaba incluido en sus planes, deseos ni esperanzas. Una noche, durante el viaje, sintió en el pecho un dolor tan agudo que apenas podía respirar. Oró, como había aprendido a hacerlo en Ciencia Cristiana, afirmando que puesto que Dios es el bien, Él no conoce el dolor; no pudo haberlo creado. Se sintió aliviada y pudo dormir. Como era muy tarde, de noche, nadie se dio cuenta de su malestar. Pero cuando volvió a su casa se dio cuenta de que aún no había solucionado el problema. El dolor agudo volvía cada tanto — y además sentía otros síntomas relacionados con problemas al corazón —. Así que decidió que éste era el momento de ir a la raíz del problema, como había aprendido en la Ciencia Cristiana.

Buscó la definición de "corazón" en el libro de texto de la Christian Science Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Christian Science, que quiere decir Ciencia Cristiana, es el nombre que la Sra. Eddy le dio a su descubrimiento. La Descubridora y Fundadora de Ciencia Cristiana define "corazón" como: "Sentimientos, motivos, afectos, alegrías y aflicciones mortales". (2)

Entonces mi amiga empezó a analizar con toda honestidad e imparcialidad sus sentimientos, motivos y afectos. Esto sucedió en la época en que se hicieron las primeras operaciones de transplantes de corazón; y pronto se dio cuenta de que el único transplante de corazón que realmente necesitaba era la transformación de sus sentimientos, motivos y afectos de un punto de vista personal y egoísta a un punto de vista más elevado y espiritual, de modo que no fuera ella misma el centro de sus motivos; tenia que reconocer que Dios es la única fuente de motivos verdaderos.

Dedicó más tiempo al estudio y a la oración, y una frase en Ciencia y Salud le llamó la atención: "La Ciencia Cristiana revela que la Verdad y el Amor son las fuerzas motrices del hombre". (3) Aquí las palabras "Verdad" y "Amor" están escritas con mayúscula porque son dos de los nombres que se usan en la Ciencia Cristiana como sinónimos de Dios. Y también tenemos las palabras "fuerzas motrices", es decir, lo que impulsa, lo que produce movimiento. Cuando ella leyó que "la Verdad y el Amor son las fuerzas motrices del hombre", mi amiga recordó que en el primer capítulo del Génesis se lee: "Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó". (4) Entonces empezó ella a razonar: Dios creó al hombre a su propia imagen; pero Dios no está limitado, no tiene una forma material porque Él es Espíritu infinito. Así que el hombre hecho a imagen de Dios tiene que ser espiritual. Este es el hombre motivado por la Verdad y el Amor. Y de acuerdo con el primer capítulo del Génesis, "varón y hembra los creó". ¡Así que ésta es la realidad! Tenía que mirar esta realidad, no el espejismo; tenía que reconocer en ella misma y en su esposo la naturaleza verdadera del hombre y de la mujer como completamente espiritual, motivada por la Verdad y el Amor. Me dijo que a esa altura de su experiencia lo que más le importaba era amar; ésta era su meta. Dejó de lado la búsqueda de una felicidad personal en su matrimonio; pidió humildemente a Dios que le enseñara a amar. Encontró un gran apoyo en la "respuesta científica" que la Sra. Eddy esperaba que los miembros de la iglesia dieran a la "pregunta tantas veces repetida: ¿Qué soy?" ". . . Soy capaz de impartir verdad, salud y felicidad, y ésta es mi roca de salvación y la razón de mi existencia". (5) Decidió que desde ese momento en adelante, su roca de salvación y la razón de su existencia serían "impartir verdad, salud y felicidad". Pero se dio cuenta de que no podría impartir verdad mientras viera el espejismo. No podría impartir salud mientras se sintiera enferma ni impartir felicidad a menos que fuera feliz.

Cambió su corazón elevando sus sentimientos, motivos y afectos. A medida que miraba al hombre real, al hombre espiritual, hecho a semejanza de Dios, el sentido falso y enfermizo que tenía de sí misma desapareció y la realidad apareció: la amargura dio lugar al gozo, la tensión a la calma. Se sintió feliz como nunca porque pudo ver en ella misma y en su esposo todo el bien que siempre habían estado manifestando, pero que ella no había percibido, porque habla estado persiguiendo los espejismos de la felicidad humana.

Se asombró de los resultados: ella y su esposo estaban viviendo una relación armoniosa, amistosa y tierna. Ahora él era comunicativo no solamente con ella y los niños sino que también sus amigos notaron un cambio de carácter. Estaba más contento, más conversador y demostraba más amistad. Y su actividad y su carrera estaban mejorando rápidamente.

Esta señora y su esposo entendieron que su unidad y felicidad no estaban sujetas a cambios, como un espejismo fluctuante, sino que eran tan permanentes como la realidad de Dios. Por otra parte, no volvió a tener síntomas relacionados con problemas al corazón.

¿Qué había sucedido? Simplemente lo que está sucediendo ahora mismo, en realidad lo único que está sucediendo en todos lados: el bien espiritual, la acción motivada por el Amor divino, que ya está presente. Esta acción divina produjo en mi amiga un cambio de corazón.

Dios siempre conoce al hombre como espiritual y amoroso

¿Cómo podemos traer a nuestra vida, usted y yo, las bendiciones del Amor divino? Dejando que nuestra vida sea la verdadera acción de este Amor, igual que como lo hizo mi amiga. Dejó de mirarse como un ser material y empezó a amarse como ella realmente es: la imagen y semejanza espiritual y perfecta de Dios. Esto la capacitó para amar a su esposo, no como una personalidad material sino como lo que realmente es: la imagen y semejanza espiritual y perfecta de Dios. En otras palabras, obedeció al mandamiento de Jesús: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". (6) Esto es, ama en ti mismo la perfección e integridad espirituales que estás reflejando como hijo de Dios, y entonces podrás ver y amar esta misma perfección e integridad en tu prójimo, no importa de qué tipo sea el espejismo, ya sea enojo, enfermedad o pobreza. Este amor espiritual, el bien en acción, es una energía todopoderosa y suave que hace desaparecer la distorsión. El amor espiritual nos ayuda a discernir entre el amor humano y el Amor divino.

¿Cómo podemos saber si el amor que estamos expresando es humano o divino? Por sus resultados: el Amor divino siempre trae desarrollo del bien espiritual, en nosotros mismos y en los demás. Nos hace sentir más libertad, seguridad y paz. Esto es la manifestación del bien espiritual en la conciencia humana. Pero si el amor que estamos expresando nos hace depender de los demás o hace que los demás dependan de nosotros o impide de alguna manera el desarrollo de nuestra naturaleza espiritual, entonces, no es divino, sino un sentido humano de amor, inseguro y temporal. Para obtener una expresión de amor más segura, más divina, necesitamos realmente el cambio de corazón que purifique nuestros motivos y nos conduzca hacia Dios, el Espíritu.

La compasión es fundamental

¿Cuáles son los medios por los cuales podemos expresar el Amor divino, el bien espiritual en acción? Hay muchas formas para expresarlo, pero hay tres fundamentales; la compasión, la humildad y la gratitud. Vamos a hablar primero de la compasión. Y lo haremos hablando del hombre más compasivo que existió — Cristo Jesús. Su sublime compasión lo impulsó a decir en la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". (7) Me llamó la atención ver cuántas veces la Biblia dice que Jesús "tuvo compasión". Estas palabras casi siempre son seguidas de curaciones, de necesidades satisfechas, de un nuevo comienzo. La compasión de Jesús estaba basada en su conocimiento de que el hombre verdadero, hecho a la semejanza de Dios, es espiritual, perfecto, eterno. Conocía la Verdad divina, conocía el Amor divino. Dios era el motivo de todos sus pensamientos, de todas sus acciones. La vida de Cristo Jesús era el bien en acción golpeando a la puerta de la conciencia humana y diciendo: "El hombre de Dios nunca puede ser malo, estar enfermo o experimentar discordancia. Ama tu verdadero ser y sé libre". Esta era la compasión de Jesús. Le permitió entender que el pecado es un estado equivocado de pensamiento y acción. Por eso nunca condenó a los pecadores personalmente, sino que los ayudó a encontrar la forma de eliminar sus errores.

Así que la compasión de Jesús no era simplemente un cálido sentimiento humano. Era un poder sanador activo que vencía la enfermedad y el pecado — y hasta resucitaba a los muertos. Esta es la compasión que él enseñó para que fuera uno de los motivos esenciales de la vida del hombre. Cuando sentimos esta compasión sanadora hacia nuestros vecinos, nuestro esposo, nuestra esposa, nuestros parientes y nuestros jefes, cosas maravillosas comienzan a suceder: mejores relaciones con los demás, nuevas amistades, un sentido de unidad con nuestro prójimo. Cuando sentimos esta compasión sanadora por nuestro gobierno, por los gobiernos de otros países, por toda la humanidad, sin excepción de nacionalidad, raza o religión, entonces estamos ayudando a que el mundo sea mejor.

Y todos somos capaces de expresar esta compasión, porque somos la expresión del bien espiritual, la expresión del Amor divino. Nada puede resistir el poder del Amor divino. El Amor hace que toda ilusión, espejismo o distorsión desaparezca —y entonces vemos las cosas tal como son. Cuando lo hacemos, estamos experimentando la acción del Amor divino en nuestra consciencia.

Mi esposo tuvo una vez una experiencia que comprobó esto. Tenía que retirar unas películas que le habían enviado por avión, desde otro país. Cuando llegó a la oficina de la aduana, tuvo que esperar en la fila. Vio que el empleado atendía de manera muy grosera. Daba respuestas poco amables a las preguntas que le hacía la gente. Gritaba y protestaba contra todo y contra todos. Cuando llegó el turno de mi esposo, el empleado estuvo muy grosero con él.

Finalmente le dijo que el expediente oficial de las películas se había perdido y que aunque lo encontrara, le llevaría dos meses para sacar las películas de la aduana. Se dio vuelta inmediatamente, se sentó nuevamente en su escritorio y siguió con su mal humor, rezongando.

Mi esposo ni siquiera tuvo la oportunidad de abrir la boca. Se quedó aparte, en un lugar tranquilo, y se preguntó qué hacer. De repente recordó el título de una de las películas que había ido a buscar: "Pero, ¿qué puedo yo hacer?” Y la respuesta vino: ¡Puedes orar!

Entonces miró hacia arriba y vio un cartel, frente a él, que decía: "Oficina de Distribución". Esto lo inspiró. Se dio cuenta de que todos tenemos un centro de distribución mental — nuestra conciencia. Por lo tanto, podía usar su centro de "distribución, su conciencia del Amor divino, para así evitar aceptar y hacer circular los sentimientos engañosos y falsos que había visto en acción. El podía tener un cambio de corazón, y también podía tenerlo ese hombre.

Oró para poder hacerlo — para conocer al hombre que Dios conoce, la expresión del Amor divino. Y la expresión del Amor divino nunca puede ser grosera, estar irritada o de mal humor. Es amable y cortés, considerado, solícito con los demás, útil. Este era el único hombre que podía ser conocido y amado, la imagen y semejanza perfecta de Dios, el Espíritu.

Pocos minutos después, el empleado, que había estado quejándose todo el tiempo, sonrió de repente. Llamó muy amablemente a mi esposo y le dijo: "Ahora recuerdo dónde está el expediente". Y lo sacó de una de las dos altas pilas de expedientes que tenía frente a él. Veinte minutos más tarde las películas estaban en poder de mi esposo.

Cuando salía hacia la calle, pasó frente a la oficina del empleado. Vio que estaba sonriendo y de buen humor. Mi esposo comprobó que el verdadero amor, — la verdadera compasión —, hace que desaparezcan los espejismos discordantes y desarmoniosos, y permite que aparezca la armonía. Por medio de Ciencia Cristiana podemos realizar este cambio práctico de corazón.

Nuestro modelo para vivir: la humildad de Cristo

La segunda cualidad que necesitamos desarrollar es la humildad. Aquí también es necesario diferenciar la verdadera humildad de un falso sentido de humildad.

Una vez una señora me pidió ayuda por medio de la oración porque su situación económica era desesperada. Después que me contó todas sus dificultades, agregó: "Todo lo que le he pedido a Dios es tener salud y un pedazo de pan en mi mesa; no deseo más nada". Sonreí y le pregunté: "¿De qué se queja? ¡Eso es exactamente lo que tiene ahora!"

Esta señora tenía un falso concepto de lo que es la verdadera humildad. Aun en sus oraciones creía que era una pobre mortal que no merecía vivir en la abundancia. Estaba mirando el espejismo, un cuadro falso de sí misma, y no la realidad. El resultado fue un falso sentido de humildad.

La verdadera humildad nos ayuda a decirnos gozosamente a nosotros mismos: "Tengo derecho a gozar de la plenitud del bien espiritual porque soy el hijo amado de Dios. Soy capaz de expresar todas las cualidades espirituales más y más. Y sé que todas las buenas posibilidades están a mi alcance cuando expreso el bien espiritual".

Pero, ¿cómo podemos volvernos humildes?

Todos recordamos que en cierta oportunidad le preguntaron a Jesús quién era el mayor en el reino de los cielos, y que él respondió: "Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos". (8) Ser como niños. ¿Hay alguien más humilde que un niño? Y, sin embargo, ¡qué confianza, ternura y gozo expresa!

Jesús dijo una vez: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis". (9) ¿Qué quiso decir con este "mí"? ¿Se estaba refiriendo al Jesús humano? Si así fuera, sus palabras no tendrían valor actual; habrían sido válidas únicamente para su época. Sin embargo, también dijo: "El cielo y la tierra pasarán, pare mis palabras no pasarán". (10)

Cuando Jesús dijo: "Dejad a los niños venir a mí", no los estaba atrayendo sólo hacia su persona, sino hacia su identidad espiritual, la única identidad que él reconocía — el modelo de Dios del hombre perfecto, es decir, el Cristo. Jesús fue el hombre que mejor percibió y manifestó la naturaleza y el carácter del Cristo. Y consagró su vida a mostrar cómo el Cristo puede elevar y mejorar a la humanidad. El Cristo es tan eterno como Dios. Es un poder espiritual activo en la conciencia humana. Podemos decir que el Cristo es el mensaje de Dios a la conciencia humana, y Jesús fue el mensajero que lo trajo a la humanidad. La Sra. Eddy habla del Cristo de esta forma: "El Cristo es la idea verdadera, proclamando el bien, el mensaje divino, que viene de Dios a los hombres, hablando a la conciencia humana". (11) Fue el amor supremo que Jesús tuvo hacia el Cristo lo que hizo que amara a otros como ningún otro hombre ha amado.

¿Y qué quiso decir Jesús cuando se refirió a los niños? No se refirió únicamente a los niños de su época. Cuando dijo: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis", es como si hubiera dicho: "Deja que tu pureza, tu inocencia, tu confianza y tu alegría vengan hacia el Cristo". Nuestra verdadera identidad individual es el niño que debemos dejar que vaya hacia el Cristo, el niño que debemos dejar crecer nutriéndolo y cuidándolo, hasta que alcance "la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (12) del modelo espiritual y perfecto que Dios tiene del hombre.

¿Estamos dejando que el niño que está dentro de nosotros vaya hacia el Cristo, o lo estamos deteniendo? ¿Estamos dejando que nuestra inocencia, pureza y alegría crezcan hacia el Cristo? ¿O estamos conspirando contra nosotros mismos, dejando que la malicia, el odio y el resentimiento nos ate y encadene? Necesitamos obedecer la guía de Jesús y dejar que el niño que está en nosotros vaya hacia el Cristo. Entonces estamos expresando verdadera humildad.

El sentir verdadera gratitud por la acción del Amor proporciona fortaleza y vida renovadas

Hemos visto cómo la compasión y la humildad hacen que el Amor divino se manifieste en nuestra vida — la presencia del bien espiritual en acción.

La gratitud también nos ayuda, ¿pero cómo? Por medio del reconocimiento del bien espiritual en nuestra vida; este bien espiritual que nos guía a medida que lo reconocemos como nuestro derecho divino. Entonces nuestro corazón reboza de gozo y sentimos la necesidad de compartir nuestro amor y afecto con los demás. La gratitud es la luz que trae curación.

Mi madre pudo comprobarlo. Una mañana se despertó sintiéndose muy débil. Estaba pálida, muy cansada y casi no podía respirar. Se quejaba de dolores en el corazón y me pidió que la ayudara por medio de la oración. Le contesté que lo haría, pero que ella también tenía que hacer algo. Le di algunas hojas de papel y un lápiz y le pedí que escribiera todas las cosas por las que, desde pequeña, podía estar agradecida.

La dejé sola y oré con la absoluta convicción de que sólo hay un corazón — el gran corazón del Amor, Dios es Amor, y el Amor es el bien en acción. Esta acción del gran corazón del Amor es armoniosa, inteligente, hermosa, llena de energía, eterna y amorosa. Nada puede impedir, retardar o acelerar esta acción. Es independiente de la materia, sin embargo, la acción de Dios gobierna la acción del hombre. Por lo tanto mi madre sólo podía expresar esta acción del gran corazón del Amor porque en realidad es la única acción que hay.

Cuando volví dos horas más tarde a su cuarto, estaba sentada al borde de la cama. La expresión que tenía me asombró. Estaba hermosa, con las mejillas rosadas y los ojos brillantes y su cara expresaba un gozo interior que nunca había visto antes en ella. Me dijo que nunca había pensado que tenía tantas cosas para agradecer. Hasta había llorado de gratitud. De tarde tomó un ómnibus y fue a visitar a unos amigos, completamente bien.

¿Qué era lo que la había atado, impidiendo su salud, su actividad normal? No había estado reconociendo la bondad del Amor. Cuando se dio cuenta de cómo el Amor divino había estado abrazando y guiando toda su vida, desapareció el problema en el corazón. La Sra. Eddy señala: "¿Qué es la gratitud, sino una poderosa cámara oscura, algo que enfoca luz donde el amor, la memoria y todo aquello que encierra el corazón humano están presentes para manifestar la luz?" (13) Así vemos que el bien espiritual se expresa en nuestra vida aquí y ahora en la medida en que somos compasivos, humildes y agradecidos.

Siempre somos amados por el Amor divino

Quizás usted está pensando: "Muy bien, estoy pronto y dispuesto a ser compasivo, humilde y agradecido". Pero, ¿cómo podemos amar cuando sabemos que alguien está abiertamente contra nosotros?

La experiencia de la Sra. Eddy nos da una respuesta a esta pregunta. Nos muestra que cuando reconocemos que no podemos hacer nada por nosotros mismos, que la actividad del bien divino se está expresando constantemente, entonces todas las cosas se hacen posibles para nosotros, porque no somos nosotros los que las hacemos, es simplemente la acción del bien espiritual que se manifiesta. Es la inteligencia del bien divino, la habilidad del bien divino, la capacidad del bien divino actuando en cada aspecto de nuestra vida.

He estado siempre agradecida a la Sra. Eddy por su discernimiento espiritual que la capacitó para percibir tan claramente que el Amor es el Principio divino del universo. Y lo vio con tanta claridad que amar llegó a ser la meta de su vida. Consagró toda su vida a curar, enseñar y compartir con el mundo su descubrimiento, la Christian Science. Ni siquiera los momentos más difíciles, cuando tuvo que enfrentar grandes ataques hacia su obra, consiguieron impedir que amara.

Una de estas situaciones ocurrió en 1899 cuando uno de sus estudiantes, que no la entendió, trató de desacreditarla públicamente y destruir la obra de su vida. Esto fue crucial para la Sra. Eddy, y una dura prueba para aquellos estudiantes que le eran leales. Si esta tentativa hubiera tenido éxito, el público hubiera tenido un concepto completamente equivocado de la Sra. Eddy, de su descubrimiento y de cómo los Científicos Cristianos interpretan la Biblia.

Como de costumbre, la Sra. Eddy se apoyó en Dios, el Amor divino, encontrando en Él, mediante la oración, un fuerte apoyo. Una noche, después de haber orado para buscar inspiración, tomó algunas hojas de papel y colocó en su muñeca la banda elástica que las ataba. Más tarde la dejó, pero vio que cayó con la forma exacta de un corazón.

La Sra. Eddy estaba siempre alerta a los mensajes de Dios. Veía todo lo que era bueno y hermoso a su alrededor como la expresión del amor de Dios. Y esta banda elástica en forma de corazón fue para ella un pequeño símbolo del gran corazón del Amor. Se dio cuenta de que el gran corazón del Amor la estaba abrazando tiernamente a ella y a cada uno de sus estudiantes, despertándolos a todos al deber cristiano de amar a nuestros enemigos. Oró de todo corazón, segura de que el Amor divino haría ver claramente a todos lo injusto de la situación.

Poco después se sintió muy reconfortada y alentada por una carta de sus estudiantes leales, reconociéndola como su maestra y Líder, y reconociendo su trabajo y esfuerzos desinteresados. Se comprometían a apoyarla incondicionalmente aun durante las pruebas más duras — y a amarse más los unos a los otros.

Y es interesante ver en esta carta cómo sus estudiantes se refieren a este simbolismo del corazón. Dicen: "Así como ‘los antiguos' fueron guiados, alentados y elevados por tropo, metáfora y símbolo, así le es mostrado a usted en esta época el camino por el que usted y sus hijos son conducidos por la banda de unidad hacia el gran Corazón del Amor.” (14)

La acción de Dios es el gran corazón del Amor

Dije antes que estoy agradecida a la Sra. Eddy por su clara comprensión de que el Amor es el Principio divino del universo. Pero para mí no fue fácil comprender esto.

Durante muchos años no pude conciliar la idea de Dios como Amor divino con otro término que la Ciencia Cristiana usa para Dios — Principio. Me parecía que el nombre Amor estaba lleno de calidez y ternura; mientras que Principio, que implica atributos de ley, orden y control, era rígido y frío. Así que no entendía por qué el Amor es el Principio divino del universo espiritual, como enseña la Ciencia Cristiana.

Luego de mucho estudio y oración, entendí que lo que hace que el Amor divino sea también Principio es el bien inalterable de Dios, la firmeza y la seguridad de Sus atributos. El hecho de que nada puede hacer que el Amor divino sea menos que Amor, es lo que nos permite afirmar que el Amor es Principio. Nada puede cambiar los atributos del Amor; nada puede hacer que la ternura sea menos que tierna, que la compasión sea menos que compasiva, o que la bondad sea menos que buena. El hecho de que el Amor divino no puede ser menos que Amor es lo que hace que sea el Principio divino.

Entonces se me presentó otra pregunta. ¿Cómo podemos conciliar la misericordia del Amor con la ley del Principio? Cuando fui al diccionario para ver la definición de "misericordia", me llamó la atención la historia de esta palabra, más que su significado actual. "Misericordia" viene de la palabra latina "merces" que significa "precio pagado" o "paga". (15) Me di cuenta de que el significado actual de la palabra es exactamente el opuesto del significado original, puesto que hoy en día misericordia implica perdón inmerecido de una pena, aun cuando parezca que la justicia la exige. Entonces empecé a pensar sobre la misericordia de Dios como Principio, no con el significado actual de la palabra, sino de acuerdo con su significado original de "precio pagado" o "paga".

Pensé en las matemáticas, que expresan la exactitud del Principia. Pensé en la tabla de multiplicar. Da resultados exactos, verdaderos. ¿Sería misericordioso que el principio de las matemáticas dijera, "Esta pobre persona multiplicó dos por dos y le dio cinco. Voy a ser misericordioso y lo voy a perdonar"; o, "Voy a cambiar el resultado en la tabla, así el resultado que obtuvo no estará equivocado"? ¿Sería verdaderamente misericordioso cambiar la exactitud matemática cada vez que alguien se equivoca? La utilidad de la tabla de multiplicar radica en que se puede confiar en ella, en que constantemente proporciona resultados verdaderos.

Con este ejemplo vi claramente que la misericordia del Principio, o el Amor, radica en que no cambia. La misericordia del Principio está constituida por su bondad, su irrevocable bondad que está constantemente, corrigiendo nuestra experiencia. Esta misericordia divina nos exige pagar un "precio" o "paga" cada vez que cometemos un error. Pero este precio no es un gran sacrificio. Más bien es llegar a entender que nos hemos equivocado y que estamos dispuestos a reconocer y a aplicar la verdad. Esta es la misericordia del Principio: hacernos conscientes de la verdad que corrige aun los tres errores más grandes — el pecado, la enfermedad y la muerte.

Cristo Jesús fue el hombre que mejor entendió que el Amor era Principio. Y fue con la autoridad del Principio que pudo llevar a cabo todo lo que hizo.

Entonces vi claramente que podía conciliar la ternura del Amor con la misericordia del Principio. La ternura del Amor está siempre estableciendo amorosamente sólo la verdad, eliminando así todo error o equivocación.

¿Por qué es tan importante que entendamos esto? Porque el gran corazón del Amor, el Principio divino, está palpitando desde la eternidad hasta la eternidad para darnos lo mejor desde Su corazón de corazones — únicamente lo bueno, lo real y lo eterno, ya que no hay otra existencia verdadera.

Cuando la luz del Amor divino brilla en nuestra vida, expresada en satisfacción, gozo y paz profundos, entonces estamos probando que somos la luz del mundo. Cada hombre, mujer y niño posee la habilidad de dejar que esta luz brille. En esta luz no hay ni espejismos ni sombras. Es la luz del Cristo que eleva nuestros motivos, sentimientos y afectos.

Encontramos un nuevo corazón, una nueva conciencia — no centrada en nosotros mismos sino centrada en Dios, que no desea obtener sino que está siempre deseosa de dar. Dar sus tesoros de humildad, compasión y gratitud. Esta nueva conciencia nos hace sentir felices, satisfechos, sanos, porque por medio de ella nos reconocemos a nosotros mismos y a los demás motivados solamente por el Amor divino — cuidados, protegidos y bendecidos por el gran corazón del Amor.

 

 

* Christian Science (Crischan Sáiens).

 

1 Isaías 54:5;

2 Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 587;

3 ibid. pág. 490;

4 Génesis 1:27;

5 The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 165;

6 Mateo 19:19;

7 Lucas 23:34;

8 Mateo 18:3;

9 Marcos 10:14;

10 Mateo 24:35;

11 Ciencia y Salud, pág. 332;

12. Efesios 4:13;

13 Miscellany, pág. 164;

14 We Knew Mary Baker Eddy, Tercera Serie, pág. 16;

15 Webster's Seventh New Collegiate Dictionary, pág. 530.

 

[1977.]

 

 

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